kenyacubaparis

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martes, 19 de enero de 2016

El arte de migrar

Bien es sabido que una de las mayores migraciones que existen es la gran migración en Kenya-Tanzania, miles de ñues migran hacia las bastas llanuras africanas en busca de pasto. Suceso que se repite año tras año, espectacular por su grandeza, hileras quilométricas de ñues, recorren Maasai Mara y Serengueti movidos por instinto, tomando rutas milenarias generación tras generación. Y aún más especatculares son los cruces que se dan el el gran Mara, un río infestado de hambrientos cocodrilos, algunos perecerán y otros conseguirán llegar a la otra orilla. Es una grata satisfacción poder tener el privilegio de vivir la espera en la que estos seres se van acercando a la orilla del Mara y tras un primero, que toma la decisión, una estampida de animales empieza el periplo del cruce. Acompañando a los ñues también van las zebras y hasta pueden cruzar los topis. Espectaculo natural donde los haya.




Safari con Cheetah Tented Camp

viernes, 10 de julio de 2015

La bella Bali.


     La Mágica Bali, templos, el aroma del frangipani, mar, buenas gentes, bastos campos de arroz... Una experiencia única sin lugar a duda, aunque fue una visita fugaz, esta isla mundialmente conocida nos ha sorprendido muy gratamente, es uno de los paraísos con el que todos soñamos. Me sorprende y me parece fascinante cómo rinden culto a sus templos y dioses, por las calles de Ubud, tienes que ir sorteando ofrendas que los balineses dejan en el suelo con un poquito de incienso. El Hinduismo, la religión que profesan, está presente en cada esquina y forma parte de la vida de sus gentes.


 
 
Otro atractivo, es el baile balinés, tan característico, expresivo y penetrante, movimientos dulces y a la vez secos, nos explican historias cotidianas, de reyes, amantes y sobre religión. Es un estallido de color y sonido, todas las representaciones van acompañadas de una orquesta con típicas músicas balinesas. 


 



domingo, 3 de noviembre de 2013

África sabe.

Ya he despegado, de nuevo empieza a desplegarse el cordón umbilical que me une a esta maravillosa tierra, Kenya. Estos días en Maasai Mara han resultado ser otra vez más, excepcionales e inolvidables, muchas aventuras se han sucedido en el Cheetah, y como no, me llevo más dosis corriendo por mis venas de este veneno que es el Mal de África, esa necesidad vital de retornar, un deseo incontrolable e irrefrenable de volver, sientes la llamada de la Madre Tierra... para siempre regresar y poder así saciar esta sed de África.
Escuchar los sonidos penetrantes de la noche desde la tienda y despertar con los rayos del sol es algo que no tiene precio. Buenos días.
Me voy a la terraza, y aquí está, el gran Mara, hoy se ven los cocodrilos. Y más allá, la incansable Olololo, característica colina, es la encargada de situarte en ese cielo teñido por el sol y las nubes. Cuando ves Olololo ya sabes que llegas, ya estás por fin. Ahora disfruta y déjate llevar, África sabe. 

























lunes, 20 de mayo de 2013

África tiene un aura especial.

Creo que la única obligación que tiene el hombre en esta tierra es realizar sus sueños. Y el mío, en estos momentos, estaba en el corazón de África.


Pretendía pisar los lugares que pisaron los primeros exploradores europeos y americanos, encontrar los parajes descritos por los grandes narradores de África, ver los paisajes de la aventura africana. El objetivo era revivir cuanto había imaginado durante años mientras leía sobre África. Y pretendía también comprender por qué aquellas regiones del “continente oscuro”, como lo llamó Stanley, habían poblado los sueños de tantos europeos, de tantos “hombres blancos”, durante casi dos siglos: saber qué es esa obsesión que llaman “el mal de África” o “la llamada de África”, una especie de patológica ansiedad por regresar al continente después de haber vivido o viajado allí; quería buscar en el África Negra el sueño de los blancos: los sueños de aventura, de posesión, de riesgo, de exploración, de avaricia; los sueños de conquista, los literarios, y también el sueño de vagar sin rumbo por las grandes sabanas.


[…] respiraba el aire de las Tierras Altas, entre colinas redondas que rezumaban humedad y que eran de color azul en la lejanía y verdes en la proximidad. El aire venía cálido y meloso, empapado de una vaporosa sensualidad. Sobre mi cabeza se abría, como una inmensa campana, el cielo libre, noble y luminoso de África.


África tiene un aura especial y la tersura de un sueño infantil.


El sueño de África. Javier Reverte.










domingo, 19 de mayo de 2013

Volviendo a volver.

Hoy siento alegría, y es que cada vez siento más cerca el momento. El momento de volver a mi escondite, a mi paraíso. Al lugar donde nada es artificial, donde sientes los verdaderos sentimientos y nada está envenenado, la naturaleza en su máximo estallido, donde las noches están despiertas, donde el sol cabalga cada día, la lluvia cae y el río corre. Por fin volveré a oír el tintineo de los vestidos de los hombres y las dulces canciones que suenan. Reencuentros inolvidables con gentes inolvidables, gentes que te marcan y no te dejan indiferente, gente especial. Por fin vuelvo. 




 

sábado, 27 de abril de 2013

Mirando desde el cielo.


Si desde lo alto miras por la pequeña ventana y lo único que ves son bastas llanuras recubiertas por grupos de arbustos, y además ves manchas, todas ellas iguales, que se mueven en grupo por aquí y por allá; el círculo del sol tiñendo el cielo de espectaculares colores jugando a entreverse entre las nubes africanas, y cada vez más bajo, y detrás de lo que parece un río, el Mara, puedes ver Oloololo, sólo entonces querrá decir que al fin estás en Maasai Mara.







miércoles, 13 de marzo de 2013

Un día para no olvidar, un día en Maasai Mara.

Despertar con el canto de los pajarillos y los rayos de sol entrando en tu tienda, apartar la mosquitera y otro día más por delante, otro día más en Maasai Mara, en África.

Desayuno con los sonidos de los hipopótamos de fondo a las orillas del gran Mara y Olololo más allá. La mágica compañía de un maasai, los pobladores de Maasai Mara, guerreros antiguos de hoy.

 

Todo en marcha, nos ponemos en camino para ver las asombrosas sorpresas que te depara la sabana. Todo son colores, olores y sonidos. Una carraca en lo alto de una acacia, verdes, lilas y azules. 
 

Seguimos, de pronto entre arbustos, una familia de leones, madres y crías, y en otro dos grandes machos de gran melena, amarillos, verdes y marrones.


Más, recorremos la sabana, el sol es intenso, el baile de una pareja de elegantes Secretarios en busca de alimento, grises y negros.


Y pasando por la guarida de las hienas unos cachorrillos de diferentes edades nos sorprenden, uno de ellos, el más avispado se acerca al Land Rover y empieza a mordisquear la rueda, pequeño gran animal, grises, marrones y verdes.



Recorremos camino, y de pronto una gueparda con su cría, acaban de cazar una presa y raudos se la están comiendo, bajo la atenta mirada de los buitres a la espera de que los primeros acaben, amarillos, negros y marrones.


A la derecha 3 grullas alzan el vuelo, detrás los impalas corren, naranjas, marrones, rojos, grises y blancos.


Llegamos a un punto del Mara, recurrente en la Gran Migración, espectáculo sin comparación. Allí están, majestuosos y antiguos seres, los cocodrilos del Mara, reposando en la orilla bajo los rayos del Sol, verdes, grises y marrones.


Coche listo y techo recogido, brisa en la cara, planicies repletas de algún ñu solitario, cebras y gacelas, todos ellos sobre la alfombra de pasto que de ella se alimentan y algunos corren, verdes, negros, blancos, amarillos, marrones, naranjas. En grupos y sobre pequeñas colinas encontramos a los topis y algún que otro kongoni, marrones, grises y ocres.


Avanzamos y encontramos a una leona, se ha separado del grupo en busca de una presa; y mientras ésta se alimenta, un grupo de hienas entra en escena para imponerse con la presa, las cebras observan con en la distancia, marrones, negros, amarillos, blancos...


A lo lejos un grupo de elands, hembras en su mayoría y una de ellas es una cría, corren en el momento en que nos ven.


De pronto el cielo hace entrever que se avecina una tormenta, azules, grises, amarillos. 
 

Continuamos y un grupo de leonas con sus pequeños nos sorprenden parar mientras engullen su presa, en este caso un búfalo, empiezan los primeros rayos, azules, grises, verdes, marrones, amarillos... 
 

Y como era de esperar empiezan a caer las primeras gotas, en cuestión de segundos se convierten en una lluvia torrencial, huele a tierra mojada, grises, verdes y azules. Y de la misma manera que empieza, la tormenta pone fin al cielo encapotado, las nubes empiezan a dispersarse, y el sol se deja entrever, está bajo, la luz es perfecta, el camino está húmedo. 
 

Reanudamos la marcha hasta que nos paramos en medio de una gran manada de búfalos, naranjas, verdes, grises, rosas, rojos, negros, marrones... el sol va cayendo cada vez más. 
 

Avanzamos, y de repente, tras una isleta de arbustos, el leopardo, nos acercamos, y se levanta, le acompañamos en su marcha, a lo lejos, ñues y topis lo vigilan. 
 

El sol, cae y cae, el atardecer se hace cada vez más con el ambiente, la estampa es increíble, inolvidable, rojos, rosas, negros, grises, azules, naranjas... Y el sol al final se pone, continuamos con el leopardo su camino hasta que este decide adentrarse en la maleza, seguido por su instinto para la búsqueda de una posible presa. Se hace la noche, negro.


Continuamos y nos encontramos con un grupo de leones, se inicia la búsqueda de la presa, pasan un grupo de impalas que se dan cuenta de la presencia de la manada de leones, siguen, y al fin persiguen y atrapan a una gacela.



Es el momento de iniciar la vuelta a casa, seguimos los caminos, ojillos a cada lado nos observan... y ya llegamos, ahí estan, los maasais nos están esperando para darnos la bienvenida. Descargo y ducha revitalizante. Seguido, hacia la barra a reunirme con todos para comentar el día que ha acontecido y ver las fotos con un refresco en mano. A continuación, a la mesa delante de la chimenea, el calor del fuego se impregna en la atmósfera y cenamos. Todo es insuperable.


Charlamos y reímos, los minutos pasan, es el momento de ir a dormir, los askaris nos acompañan y la luna llena nos ilumina el camino hacia las tiendas. Todo está preparado para meterse en la cama, mosquitera, bolsa de agua caliente, candiles repartidos... me pongo el pijama y a la cama, éste es el momento de empezar a dar cuenta del día pasado y del lugar en el que estoy. Y con el sonido de la noche de fondo el sueño se apodera de mí, mañana más, buenas noches.








(Este relato está basado en experiencias reales vividas a lo largo de una estancia en Cheetah Tented Camp en enero de 2013)