Despertar
con el canto de los pajarillos y los rayos de sol entrando en tu
tienda, apartar la mosquitera y otro día más por delante, otro día
más en Maasai Mara, en África.
Desayuno
con los sonidos de los hipopótamos de fondo a las orillas del gran
Mara y Olololo más allá. La mágica compañía de un maasai, los
pobladores de Maasai Mara, guerreros antiguos de hoy.
Todo
en marcha, nos ponemos en camino para ver las asombrosas sorpresas que
te depara la sabana. Todo son colores, olores y sonidos. Una carraca
en lo alto de una acacia, verdes, lilas y azules.
Seguimos,
de pronto entre arbustos, una familia de leones, madres y crías, y
en otro dos grandes machos de gran melena, amarillos, verdes y
marrones.
Más,
recorremos la sabana, el sol es intenso, el baile de una pareja de
elegantes Secretarios en busca de alimento, grises y negros.
Y
pasando por la guarida de las hienas unos cachorrillos de diferentes
edades nos sorprenden, uno de ellos, el más avispado se acerca al
Land Rover y empieza a mordisquear la rueda, pequeño gran animal,
grises, marrones y verdes.
Recorremos
camino, y de pronto una gueparda con su cría, acaban de cazar una
presa y raudos se la están comiendo, bajo la atenta mirada de los
buitres a la espera de que los primeros acaben, amarillos, negros y
marrones.
A
la derecha 3 grullas alzan el vuelo, detrás los impalas corren,
naranjas, marrones, rojos, grises y blancos.
Llegamos
a un punto del Mara, recurrente en la Gran Migración, espectáculo
sin comparación. Allí están, majestuosos y antiguos seres, los
cocodrilos del Mara, reposando en la orilla bajo los rayos del Sol,
verdes, grises y marrones.
Coche
listo y techo recogido, brisa en la cara, planicies repletas de algún ñu solitario,
cebras y gacelas, todos ellos sobre la alfombra de pasto que de ella
se alimentan y algunos corren, verdes, negros, blancos, amarillos, marrones, naranjas.
En grupos y sobre pequeñas colinas encontramos a los topis y algún
que otro kongoni, marrones, grises y ocres.
Avanzamos
y encontramos a una leona, se ha separado del grupo en busca de una
presa; y mientras ésta se alimenta, un grupo de hienas entra en
escena para imponerse con la presa, las cebras observan con en la distancia, marrones, negros, amarillos, blancos...
A
lo lejos un grupo de elands, hembras en su mayoría y una de ellas es
una cría, corren en el momento en que nos ven.
De
pronto el cielo hace entrever que se avecina una tormenta, azules,
grises, amarillos.
Continuamos
y un grupo de leonas con sus pequeños nos sorprenden parar mientras
engullen su presa, en este caso un búfalo, empiezan los primeros
rayos, azules, grises, verdes, marrones, amarillos...
Y
como era de esperar empiezan a caer las primeras gotas, en cuestión
de segundos se convierten en una lluvia torrencial, huele a tierra
mojada, grises, verdes y azules. Y de la misma manera que empieza, la
tormenta pone fin al cielo encapotado, las nubes empiezan a
dispersarse, y el sol se deja entrever, está bajo, la luz es
perfecta, el camino está húmedo.
Reanudamos
la marcha hasta que nos paramos en medio de una gran manada de
búfalos, naranjas, verdes, grises, rosas, rojos, negros, marrones...
el sol va cayendo cada vez más.
Avanzamos,
y de repente, tras una isleta de arbustos, el leopardo, nos
acercamos, y se levanta, le acompañamos en su marcha, a lo lejos,
ñues y topis lo vigilan.
El
sol, cae y cae, el atardecer se hace cada vez más con el ambiente,
la estampa es increíble, inolvidable, rojos, rosas, negros, grises,
azules, naranjas... Y el sol al final se pone, continuamos con el
leopardo su camino hasta que este decide adentrarse en la maleza,
seguido por su instinto para la búsqueda de una posible presa. Se
hace la noche, negro.
Continuamos y nos encontramos con un grupo de leones, se inicia la búsqueda de la presa, pasan un grupo de impalas que se dan cuenta de la presencia de la manada de leones, siguen, y al fin persiguen y atrapan a una gacela.
Es
el momento de iniciar la vuelta a casa, seguimos los caminos, ojillos
a cada lado nos observan... y ya llegamos, ahí estan, los maasais
nos están esperando para darnos la bienvenida. Descargo y ducha
revitalizante. Seguido, hacia la barra a reunirme con todos para
comentar el día que ha acontecido y ver las fotos con un refresco en
mano. A continuación, a la mesa delante de la chimenea, el calor del
fuego se impregna en la atmósfera y cenamos. Todo es insuperable.
Charlamos y reímos, los minutos pasan, es el momento de ir a dormir,
los askaris nos acompañan y la luna llena nos ilumina el camino
hacia las tiendas. Todo está preparado para meterse en la cama,
mosquitera, bolsa de agua caliente, candiles repartidos... me pongo
el pijama y a la cama, éste es el momento de empezar a dar cuenta
del día pasado y del lugar en el que estoy. Y con el sonido de la
noche de fondo el sueño se apodera de mí, mañana más, buenas
noches.
(Este relato está basado en experiencias reales vividas a lo largo de una estancia en
Cheetah Tented Camp en enero de 2013)